Hospitalizaciones y experiencias de los pacientes

Peter Pronovost un reconocido experto en calidad y seguridad clínica, defiende que es un error que los hospitales centren esfuerzos en las encuestas de satisfacción de los pacientes, dice que, por el contrario, les sería más provechoso preguntar a ciertos pacientes seleccionados qué propuestas harían para mejorar la experiencia de la hospitalización. Por ejemplo, una de las personas que Johns Hopkins eligió para esta misión fue Podge Reed Jr., un paciente con doble trasplante pulmonar que había acumulado seis hospitalizaciones, dos quirúrgicas y cuatro médicas, ocho procedimientos ambulatorios con anestesia, más de cien visitas a consultas externas y 700 pruebas de laboratorio. Con este currículum, el hospital consideró que Reed debería ser una persona con opinión.
En el artículo, Jane Hill, la Directora de Relaciones con el Paciente de Jonhs Hopkins, dice que la mayoría de personas que ingresan, a pesar de valorar la calidad técnica de los servicios, piden además ser tratados con amabilidad y cuidado. No en vano, sentirse encamado en un hospital es una experiencia nada fácil para nadie. Fruto de las aportaciones de los pacientes, Jane Hill ha elaborado un decálogo que debe leerse como una base para transformar unas salas de hospitalización gestionadas desde la perspectiva de tareas, funciones y competencias a otra pensada desde la experiencia de los pacientes.
Decálogo del paciente hospitalizado (elaborado a partir de lo que dicen los propios pacientes)

1. Déjenme dormir entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana. No me tomen constantes ni me extraigan sangre si no es vital, y si lo es, me lo deberían explicar bien. Piensen que dormir bien me ayuda a recuperarme y me hace sentir mejor.
2. No hagan ruido en el control de enfermería. Bajen el volumen de las conversaciones, el televisor, la radio, el ordenador y las alarmas de los aparatos y monitores, especialmente por la noche. Los pacientes preferimos plantas de hospitalización poco ruidosas.
3. Tengan cuidado de mis pertenencias. Tengan inventariadas y protegidas mis cosas. Esto me hace sentir más seguro e incrementa mi confianza en ustedes.
4. Llamen a la puerta antes de entrar y preséntense. Diríjanse a mí por mi nombre y no me tuteen si no se lo pido. En resumen me gustaría que respetaran mi intimidad y mi manera de ser.
5. Tengan colgada en la pared una pizarrita con los nombres de los profesionales de cada turno y con las acciones que me han preparado para el día. Esto me ayuda a estar orientado. Comprueben que mi nombre y el número de la cama están escritos en el cabezal.
6. Ténganme al corriente, a mí y a mi familia, si observan cambios en mis condiciones clínicas. Infórmenme también si hay retrasos en las pruebas programadas. Estar informado me rebaja la ansiedad.
7. Tengan la habitación limpia. Limpien en profundidad cada día. Me han dicho que la limpieza reduce el riesgo de infecciones.
8. Escúchenme e implíquenme en las decisiones de mi proceso clínico. Utilicen un lenguaje llano y confirmen que les he entendido.
9. Explíquenme las normas básicas del hospital. Si estoy ingresado en unas instalaciones grandes y complejas, donde trabaja mucha gente, el hecho de entender las reglas de juego, me hace sentir más adaptado.
10. Mantengan un nivel alto de profesionalismo en todo momento. Cuando están tomando un café en el office o cuando ya han terminado el turno, para mí siguen siendo el reflejo del servicio que se me ofrece. No se olviden de este detalle.

El ejercicio que proponen Pronovost y Hill es muy oportuno y, creo, que muy efectivo. La esencia es: en vez de gastarse el dinero en costosas encuestas, limítense a escuchar a los pacientes, especialmente a los que sufren enfermedades complejas que les obligan a un uso intenso de los recursos hospitalarios.

Síndrome del edificio enfermo

No es infrecuente que los médicos sobre todo generalistas o Internistas podamos atender a pacientes en las consultas, que padecen de síntomas tan frecuentes como inespecificos, como el malestar general, cansancio, fatiga, a veces febricula, cefaleas , a veces síntomas como los que produce la gripe, dolores musculares, artralgias etc.

Estos pacientes en muchas ocasiones deambulan de unos médicos a otros con diagnósticos y tratamientos diversos a veces discordantes . pueden ser incluso etiquetados de padecer problemas funcionales, distimia, depresión , neurosis, distonia neurovegativa etc. y muchos acaban en consultas de colegas psiquiatras.

Otras veces se les etiqueta de Fibromialgia, problemas de tiroides, fatiga crónica, problemas inmunológicos etc. El haber padecido con anterioridad enfermedades víricas como Mononucleosis Infecciosa, Toxoplasmosis u otras puede ayudar.

Pero una cuestión que no debemos dejar pasar por alto es el entorno donde trabaja, local, despacho, inmueble, edificio. cuestiones como la ventilación la iluminación, los ruidos, el espacio físico compartido con otras personas, su respiración. olor corporal , perfumes que usa etc. pueden ser causa de patologias a veces inpensables, afortunadamente leves aunque molestas y continuadas si no se reconocen .

Los edificios de oficinas y centros de trabajo de medio mundo cada vez son más sofisticados en cuanto a su originalidad, diseño y prestaciones. Otros inmuebles en los que habitamos o trabajamos, sin embargo, adolecen de diversos fallos en su construcción o de una mala calidad de sus materiales. En cualquiera de los dos casos, sus habitantes no estamos exentos de padecer el síndrome del edificio enfermo (SEE).

El síndrome del edificio enfermo (Sick Building Syndrome, en inglés) es el conjunto de síntomas que provoca un inmueble sobre las personas que habitan o trabajan en él. Aunque se desconocen las causas concretas que lo producen, fundamentalmente se atribuye a la contaminación del aire que circula en su interior. En principio, no se trata de un problema grave que vaya más allá de un malestar temporal que reduce la capacidad de las vías aéreas de las personas, pero en casos extremos puede incluso agravar alguna patología.

El síndrome aparece principalmente en edificaciones herméticas que cuentan con sistemas centralizados de ventilación, sistemas de ventanas que no se abren, suelos enmoquetados… En este tipo de instalaciones, por ejemplo un bloque de oficinas, el aire recircula constantemente a través de conductos cargándose de partículas perjudiciales para nuestra salud y bienestar.

Sin embargo, el síndrome del edificio enfermo no es un problema exclusivo de edificios cerrados a cal y canto. También se han dado casos en otros inmuebles con buena ventilación. En términos generales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que aproximadamente el 30 por ciento de las construcciones modernas que nos rodean pueden provocar este síndrome en sus ocupantes.

Síntomas del síndrome del edificio enfermo

Las molestias más frecuentes causadas por los edificios enfermos tienen que ver con las vías respiratorias, pero el catálogo de síntomas es muy variado. De hecho, no es extraño padecer varios de ellos a la vez. Las manifestaciones más habituales son:

  • Síntomas nasales: como irritación de la nariz, mucosidad abundante, sequedad nasal, congestión, trastorno del olfato o tos.
  • Molestias oculares: en este caso, los síntomas son la irritación, cansancio, escozor y enrojecimiento ocular.
  • Dolores de garganta: igualmente, en ocasiones origina irritación, sequedad, ronquera, inflamación o enrojecimiento de la garganta.
  • Alteraciones cutáneas: de nuevo, la irritación y los escozores en la piel pueden ser consecuencia del síndrome del edificio enfermo.
  • Otras manifestaciones son dolores de cabeza, náuseas, vértigos, fatiga mental o somnolencia, dificultades para concentrarse y alergias.

Normalmente, al abandonar el edificio en cuestión o al cabo de unos días estos síntomas suelen desaparecer o aminorarse.

Otro día hablaremos de la llamada Lipodistrofia o Lipoatrofia semicircular y el Edificio enfermo.